Aunque la subjetividad es inherente al arte y es lo que lo hace tan diverso y enriquecedor, también puede tener efectos negativos cuando se lleva al extremo
La subjetividad en la apreciación artística puede llevar a situaciones en las que el valor de una obra se basa más en las opiniones personales y las modas del momento que en su calidad intrínseca o su contribución real al campo artístico. Esto puede desviar la atención de obras que podrían tener un impacto más duradero y significativo, en favor de aquellas que simplemente encajan con las preferencias del público, de ciertos grupos influyentes, o realizadas desde el privilegio de la fama familiar como lo fue recientemente el caso de Mar de Regil.
Algunas obras pueden ser sobrevaloradas debido a estrategias de marketing, tendencias culturales o el culto a la personalidad de los artistas, en lugar de una verdadera evaluación de su mérito artístico. Un ejemplo de arte sobrevalorado podría ser el fenómeno de ciertas obras contemporáneas que han alcanzado precios exorbitantes en subastas, pero que carecen de profundidad conceptual y técnica.
Por mencionar algunos…
La serie «Balloon Dog» de Jeff Koons es a menudo citada como un ejemplo de esto. Aunque es una obra llamativa y colorida, algunos críticos argumentan que su valor está inflado debido a consideraciones superficiales y a la habilidad de Koons para generar controversia y publicidad.
Otro ejemplo podría ser el arte conceptual extremo que carece de conexión con la habilidad técnica o la comunicación visual. El caso de la «banana pegada a la pared» de Maurizio Cattelan, que fue vendida por una suma significativa, provocó discusiones sobre si esto realmente debería ser considerado arte o simplemente una burla de la industria artística.
En México recientemente estallo la controversia, esto debido a que la hija de Barbara de Regil, Mar de Regil, abriera su galería con cuadros que han sido plagiados de la red social Pinterest. De igual manera, visiblemente carecen de una técnica, creatividad u originalidad. Si bien cada quien es libre de expresarse y pintar lo que le guste, lo que ha causado el escozor de la sociedad mexicana ha sido el exhorbitante precio de sus cuadros los cuales han sido considerados una burla por la calidad del trabajo.
La defensa de la creatividad genuina y la evitación del plagio y el arte sin sentido no implica la eliminación de la subjetividad en su totalidad. Más bien, se trata de encontrar un equilibrio entre la apreciación personal y la evaluación objetiva. Valorar la originalidad, la innovación y la habilidad técnica puede ayudar a destacar obras que realmente tienen un impacto cultural y artístico duradero, en lugar de dar paso a las modas pasajeras.
En última instancia, la decadencia del arte no es necesariamente causada exclusivamente por la subjetividad en sí misma, sino por la falta de criterios sólidos y evaluaciones críticas que permitan discernir entre lo genuino y lo efímero. La subjetividad puede ser valiosa para expresar opiniones y emociones personales, pero cuando se convierte en el único criterio de valor, corre el riesgo de socavar la integridad y la calidad del arte en general.