Desde que tengo memoria siempre hemos tenido mascotas en mi familia…

Todas han marcado una huella muy especial de alguna manera a través de algún recuerdo, alguna particularidad, una acción o simplemente por su propia “perronalidad” en cada uno de nosotros. Sin embargo, nunca había habido alguna que me eligiera como su humano favorito hasta que llego Kaya.

Kaya
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El nombre de Kaya provino de mi gusto por la música de Bob Marley. Siendo más específicos vino del disco homónimo que vio la luz en 1977.

Recuerdo el día en que la conocí, fue amor a primera vista. Ese día me encontraba acompañando a una antigua pareja sentimental a su encuentro con la mascota que había comprado para su familia. Nos encontrábamos esperando en el punto acordado cuando vi que una motoneta se detenía frente a nosotros. En medio del conductor y su acompañante se encontraba la cachorrita más hermosa que he conocido en mi vida. Ella parecía no tener miedo de viajar de esa manera, era toda una temeraria. Volteo a verme con una mirada tierna y expresiva tan característica de ella. En ese momento una de sus orejas se encontraba caída mientras la otra se encontraba bien erguida, imprimiéndole un toque de ternura y peculiaridad. Desde ese momento forme un vínculo con Kaya, y, de alguna manera, ella sabía que terminaría quedándose a mi lado.

Termine convenciendo a mi antigua pareja de dejarla conmigo, después de tanto insistir no le quedo de otra más que aceptar, me la regaló utilizando unas palabras que Kaya pareció entender y cumplió hasta el final de sus días: “Te la regalo para que te cuide”. A partir de ese día Kaya no tuvo ojos para otro humano, ni yo para otra perra. Rompimos esa línea de humano mascota y nos convertimos en mejores amigos.

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Amaba pasear con ella, solíamos ir a un campo de futbol cerca de casa. A ella le encantaba jugar con la pelota, podíamos estar ahí largo rato hasta que se cansaba y una vez cansada, nos sentábamos a relajarnos mientras escuchábamos el álbum Legend de Bob Marley, para después volver a casa. Tanto era el amor de Kaya por la pelota, que, un día ella decidió que al finalizar el juego se encargaría de llevar su pelota de vuelta a casa para que llegara segura. La gente disfrutaba ver como un pastor belga llevaba una pelota en su hocico y Kaya sabía que no había mejor guardián para tan magnifico tesoro.

Mis Días con Kaya

Cierto día decidimos llevarla al lago de Chapultepec para que pudiera nadar en compañía de otros perros, ella vio con emoción como otros perros se lanzaban sin temor en busca de sus respectivos juguetes, pero una vez llegado su turno decidió que al no conocer los riesgos de sumergirse sería mejor esperar a que otro perro regresara con su pelota. Al ver esta situación no pudimos más que reír y decidimos probar suerte en las fuentes aledañas al museo Rufino Tamayo.

Esta vez, gracias a su curiosidad y con un pequeño empujoncito de mi parte, Kaya conoció el gusto de jugar en el agua y refrescarse al mismo tiempo. Recuerdo que después de un buen rato, cuando era hora de volver al coche, Kaya, cual niña pequeña que descubre una actividad apasionante y divertida por primera vez, se encontraba en la negativa de querer abandonar el agua. Tardamos varios minutos en hacerla entender que era momento de regresar.

De esta manera supimos que debíamos llevarla a una presa aledaña a un terreno de mis padres. Fue uno de los mejores días en la vida de Kaya, emprendimos el viaje al ritmo de Three Little Birds. Cuando llegamos, apenas bajo del coche y vio la presa echo a correr a toda velocidad hacía el agua. Entraba y salía mientras galopaba de felicidad. Nunca la había visto tan feliz, sus ojos avellanados me miraban con tanto amor y yo disfrutaba del verla chapotear y jugar.

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Nunca he sido un gran deportista, de hecho, correr me cuesta bastante trabajo, pero cuando lo hacía al lado de Kaya todo se volvía más fácil. Un día mi hermano me invitó a la Color Race de 5km, misma que tendría lugar en el hipódromo y me dijo que podía llevar a Kaya.

Si bien mi condición por esas fechas era deplorable, correr junto a mi amiga en el hipódromo sonaba a una buena experiencia y algo que podría recordar por siempre. Puedo decir con gusto que no erre en mi pensamiento, ya que hasta la fecha ha sido uno de los mejores recuerdos que tengo con Kaya. Gracias a ella termine la carrera ya que ella iba bajando el ritmo para que el cansado y sin condición de su amo pudiese terminar la carrera, al final mi medalla fue para ella.

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Nuestra Despedida…

Lamentablemente y tras una larga enfermedad, llego uno de los días más dolorosos de mi vida. Me encontraba trabajando cuando mi hermano me mandó un mensaje diciéndome que Kaya no estaba bien. Salí corriendo a encontrarme con Kaya tan rápido como pude, al llegar ella reconoció mi voz e intento saludarme con la habitual alegría y amor con el que siempre lo hacía, sin embargo, esta vez no fue igual. Hicimos todo lo que pudimos, durante la noche la llevamos al veterinario, quien después de varias horas sin reacción y varios probables diagnósticos nos dijo que lo mejor y más humano era despedirse, pues mi amiga estaba sufriendo demasiado.

Una parte de mí se rompió, sabía que era una de las cosas más difíciles que tendría que hacer y que tenía que estar con ella hasta el final. Le susurre lo feliz me había hecho siempre, le dije que había sido la mejor compañera que jamás pude desear, que ya podía descansar y que nos volveríamos a ver para jugar a la pelota, finalmente le dije que la amaba y la abrace hasta que se quedó dormida para no volver a despertar.

Hicimos un último paseo juntos, esta vez iba callada, sin moverse, pero yo sabía que su espíritu me acompañaba. Regresamos al campo donde pasamos tanto tiempo y mi familia y yo decidimos enterrarla ahí, en el lugar que tanto amaba y que la hizo tan feliz.

Hoy en día  2 de sus hijos son parte de los miembros de mi familia. En ellos veo reflejada a mi Kaya, la veo en sus miradas o en la manera en que su hijo (quien por cierto tiene un gran parecido físico con ella) me recibe como ella y se ha tomado su papel como mi guardián y protector ante la ausencia de su madre.

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Finalizo este articulo agradeciendo a Kaya por darme los mejores años de su vida, por su amor incondicional, su fidelidad y lo más importante por ser mi mejor amiga y elegirme como su compañero de vida. Comparto con ustedes la canción que le dedique en numerosas ocasiones a mi Kaya hermosa, You Made Me So Very Happy de Alton Ellis, canción que me hace pensar en el amor que tengo por ella y en la felicidad que trajo a mi vida.

Kaya nos volveremos a encontrar una vez más, jugaremos a la pelota y volveremos a sentarnos a escuchar a Bob Marley.