Aunque cerró sus puertas en 1980, hasta hoy no han dejado de salir historias alrededor de la mítica discoteca.
Mientras en México triunfaron en la década de los ochentas y noventas lugares como «Baby’O» en Acapulco o el «Bar Bar» en la CDMX, unos años antes existió un centro nocturno donde era frecuente ver a la élite de la escena mundial.
La historia de Studio 54 se remonta a finales de los setentas, cuando el teatro pasó a manos del empresario Steve Rubell que, junto a su socio Ian Schrager y a recomendación de Carmen D’Alessio, convirtieron el recinto en un club nocturno para gente chic.
El local estaba a tan solo tres cuadras de Central Park, en el mero corazón de Manhattan, Nueva York. Un lugar donde la vida empieza de noche.
Gracias a la extensa y valiosísima cartera de contactos que tenía D’Alessio, los primeros pasos del club fueron un éxito, pues incluso a la cena preinaugural acudieron figuras como Calvin Klein y Andy Warhol.
Como buena relacionista pública, Carmen se encargó de enviar 5 mil invitaciones para la inauguración a sus allegados más ilustres e influyentes.
Desde su apertura el día 26 de abril de 1977, Studio 54 estaba destinado a ser el nuevo punto de reunión de los famosos.
Esa noche acudieron figuras como Liza Minelli, Donald y su esposa Ivana Trump, Debbie Harry, Salvador Dalí, Mick Jagger y su entonces esposa Bianca Jagger, entre muchísimos otros.
Tan solo una semana después de abrir las puertas, Studio 54 organizó una fiesta en lunes con motivo del cumpleaños de Bianca Jagger, quien llegó en un hermoso caballo blanco al lugar.
Este exótico hecho hizo que miles de celebridades voltearan al club y quisieran visitarlo.
Todo aquel que tuviera un nombre dentro de la industria quería pisar y atravesar la cadena por lo menos una vez de la discoteca.
Michael Jackson, Woody Allen, Al Pacino, Cher, Elizabeth Taylor, The Rolling Stones, Alice Cooper, Frank Sinatra y Elton John eran de los más recurrentes.
Fueron míticas las fiestas que se llevaron a cabo. No había límites. En todos lados había cocaína y alcohol.
Los palcos del ex-teatro permanecieron y fueron adaptados para tener noches de sexo desenfrenado. Además, los paparazzies tenían prohibido publicar las fotos donde los artistas no posaran.
Incluso, el actor Robin Williams (q.e.p.d.) en su momento solía decir: “Quien dice recordar algo de los años setenta es porque no estuvo ahí”.
Las personas que no eran famosas tenían la posibilidad de entrar, pero solo aquellos que destacaran del resto serían elegidas.
Tanto el propio dueño, Steve Rubell, como el joven cadenero de 19 años, Marc Benecke, eran los encargados de escoger a los mortales para que disfrutaran de la gran fiesta.
Ambos solo escogían a los más bellos y los más extravagantes. Personas con notoria preferencia homosexual, drag queens o gente con trajes llamativos regularmente eran seleccionadas, siempre con la intención de darle mezcolanza y tono a la fiesta.
De hecho, una de las leyendas cuenta que un joven murió en el ducto del aire acondicionado al querer colarse a una de las épicas fiestas.
Los afortunados que lograban entrar, se sorprendían al ver el lugar con menor cantidad de personas de las que imaginaban; sin embargo, los dueños sabían que en eso radicaba su éxito: Exclusividad y misterio.
Entre las celebraciones más recordadas, está la de Donna Summer, quien pidió se cubriera todo el piso de plumas blancas, llegando a recubrir hasta 20 capas el suelo. O la vez que Elizabeth Taylor celebró su cumpleaños con la compañía de baile «The Rockettes«, miles de gardenias y un pastel de su rostro.
Durante tres años todo fue fiesta, drogas y sexo, pero como todo cuento de hadas, la historia llegó a su fin.
Tan solo 33 meses después, se comprobó que Rubell y Schrager habían evadido hasta 2.5 millones de dólares en impuestos, teniendo una condena de 13 años en prisión.
La fiesta de clausura fue llamada «El Final de la Gomorra Moderna«, donde asistieron celebridades como Jack Nicholson, Richard Gere, Cindy Crawford y Diana Ross.
Entre las últimas cosas que pasaron en Studio 54, encontraron entre las paredes paquetes de cocaína y cientos de dólares.
También, se dice que Sylvester Stallone se tomó el último trago ahí servido.
Para 1981, Mark Fleischman adquirió el recinto, y aunque llegó a tener shows con Madonna, Duran Duran y Cindy Lauper, la misticidad nunca llegó a ser la misma.
De a poco los famosos fueron buscando nuevos lugares, hasta llegar a convertirse en un club nocturno más.
Sin duda alguna, muchos de los antros internacionales más populares se han inspirado en Studio 54, buscando replicar el show y el exceso que caracterizó al mítico antro.
Una leyenda que supo poner su sello en la historia de Hollywood.